jueves, 19 de abril de 2012

ARTÍCULO

PROFESOR COMO GUÍA

Soy profesor de la asignatura de Historia y Corrientes Internacionales de la Educación y de la Cultura y, durante este año académico, estoy dando clase a los alumnos y alumnas de primero de grado, en educación social y maestros de primaria, es decir, nuestros futuros educadores.

El suizo Jean Jacques Rousseau nos dejó frases tan celebres como: “La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”. Y eso es lo primero que he empezado a hacer, observar esas maneras de ver, pensar y sentir que tienen los futuros pedagogos de nuestro país, mis estudiantes.

“El educador debe manifestarse como un guía experimentado y amigo fiel que, con mano flexible, pero firme, guía al discípulo. No es sólo un guía, sino también un sujeto activo de la educación: da y recibe orientación, pero deja libertad, aun cuando propone la actividad” (Fröbel). Siguiendo a nuestro pensador alemán, es lo segundo que pretendo, actuar de guía durante el curso, y son los discentes quienes realizan la parte activa, encargándose de realizar lo heurístico: localizando y clasificando las fuentes, lo hermenéutico: interpretando los datos que han seleccionado previamente y, por último, la exposición y defensa del trabajo que han realizado, y todo ello, individualmente y en grupo.

Hasta aquí, este método no puede considerarse nuevo. Si estudiamos las Teorías Educativas Contemporáneas podremos ver cómo a finales del siglo XIX, con la creación de las primeras Escuelas Nuevas, ya había idealistas que tenían estos principios como base pedagógica y como crítica a la escuela tradicional, pero lo cierto es que en la actualidad, parte de lo obtenido en ese movimiento se ha perdido. Y aunque sería muy arriesgado seguir las ideas antiautoritarias de Neill o Tolstoi, me gustaría algún día poder dejar esa libertad y comprobar si la sola motivación del alumno/a es suficiente para cumplir todos los objetivos, sin necesidad de normas ni imposiciones.

Lo cierto es que disfruto con mi trabajo, pero lo más reconfortable es ver, cada día, como tus alumnos/as también lo hacen, y a pesar de las dificultades educativas y laborales que estamos sufriendo, siguen trabajando y esforzándose por superarse y conseguir cambiar la realidad. Tengo un porcentaje de asistencia a clase que alcanza el 95% y, lo que es más importante, están totalmente involucrados en la asignatura desde el primer día.

Mi pensamiento es que hay que aprender de los que han hecho historia, pero tenemos que ser nosotros los que sigamos alimentándola y si, por el camino, tenemos que cambiar de ideología, lo debemos hacer, siempre que ello beneficie el proceso educador, porque como dijo Sócrates: “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”.

José Antonio Vigario Castaño
Departamento de Teoría e Historia
Facultad de Educación
Universidad Complutense de Madrid